Un loco y su alumno aventajado

En la previa del enfrentamiento entre Athletic de Bilbao y Fútbol Club Barcelona, sus dos entrenadores se colmaron de halagos. No se debió a una simple cuestión de cortesía, o no únicamente a ello, tal y como suele ocurrir cuando Pep Guardiola se refiere a su próximo rival.

También con posterioridad a ese empate a dos que deja a los culés a tres puntos del Real Madrid hubo buenas palabras. Tampoco fue un detalle cuidado hacia la galería, sino una muestra real de admiración provocada por la mayor oda al fútbol llevada a cabo en lo que va de Liga.

Ciertamente, antes el Real Madrid había avasallado a un nuevo rival con un fútbol que es cada vez más alemán y preciosista, pero con todos los respetos hacia Osasuna, los pamplonicas no fueron rival por la obstinación de su entrenador con sus idearios.

Se amparan, quienes lo hacen, en que su ideario es un suicidio cuando se enfrenta a rivales mayores. En que salir al campo de batalla con el torso al descubierto es una valentía estúpida cuando se es consciente de la puntería del francotirador rival.

Él, sin embargo, no pliega. Si ha de morir, como dicta la razón, que sea con la personalidad con que ha vivido. Siendo fiel a sus principios, José Luis Mendilibar ha recibido esta misma temporada siete goles del Real Madrid y ocho del FC Barcelona. Anteriormente, cuando entrenaba al Real Valladolid, ya recibió seis de los culés y siete de los merengues por una fidelidad que algunos creen malentendida por el vasco.

Como entrenador, el de Zaldibar es único por varias y variadas razones. Sin embargo, no puede presumir de ser el único pertinaz, el único empecinado de ideario inamovible en las alabanzas y en las críticas.

Los dos entrenadores que tantas flores se enviaron antes y después del Athletic de Bilbao – Barça, Marcelo Bielsa y Pep Guardiola, como el míster osasunista, hacen gala en cada encuentro de un infatigable empeño similar.

La admiración que Pep y Bielsa se profesan proviene de un encuentro que ambos mantuvieron cuando el hoy técnico culé todavía no había comenzado su carrera en los banquillos. Seguro de que acabaría dedicándose a ello, viajó a Argentina en busca de entrenadores con los que compartir mesa y mantel o barra de bar.

Así, departió con Ricardo La Volpe, César Luis Menotti -el instigador de esa corriente de fútbol preciosista que es el menottismo y que ocupó hace años el banquillo en que ahora se sienta Pep-… y Marcelo Bielsa.

Mientras Menotti le animó a dedicarse a entrenar para encontrar alguien con quien repartir las críticas, Bielsa cuestionó las pasión que Pep mostraba por la profesión. Su encuentro en la casa del técnico, en Rosario, se prolongó durante más de once horas. En palabras del escritor y director David Prueba, amigo de Guardiola y testigo del encuentro, «allí hubo discusiones acaloradas, consulta al ordenador, repaso de técnicas, puesta en escena de posiciones…».

Tras tanto debatir, una pregunta formulada por el argentino, les unió para siempre. «¿Por qué usted, que conoce toda la basura que rodea al mundo de fútbol, el alto grado de deshonestidad de cierta gente, aún quiere volver ahí, y meterse además a entrenar? ¿Tanto le gusta la sangre?». Pep, sin musitar, reconoció: «Necesito esa sangre».

Desde entonces, hasta su enfrentamiento en La Catedral, no encontraron el momento y el lugar para volver a encontrarse. Para demostrarse el respeto y admiración adquiridos frente a frente.

Sí lo habían hecho en repetidas ocasiones vía telefónica. El hoy entrenador del Athletic, sin ir más lejos, es uno de los principales partícipes del fichaje de Alexis Sánchez por el FC Barcelona.

Pep, como ‘El Loco’, no concede entrevistas personalizadas. Ante el posible agravio que supondría atender más a medios con poder por encima de otros de menor relevancia, prefiere el agravio de someterse únicamente a las preguntas de los periodistas en rueda de prensa.

En ese entorno ambos se mueven como pez en el agua. No hay más que fijarse, como muestra, en las más de dos horas de duración de la conferencia de prensa en la que Marcelo Bielsa anunció su salida de la selección chilena por discrepancias con el nuevo presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Nacional de Chile.

Guardiola jamás se ha extendido tanto. Aún. Probablemente, el día que anuncie su salida del Camp Nou lo haga. Cuestión de honestidad. Para consigo mismo y quienes le rodean. Así lo hizo cuando anunció que dejaría de vestir la camiseta blaugrana, cuando afirmó querer dejarla en un momento álgido, y no en uno decadente.

Que habrá una segunda marcha es algo que quien conoce un poco a Pep sabe. El estrés al que se ve sometido, por la presión a la que él mismo se somete, desencadenará tarde o temprano en el ansia de nuevos retos. Cuando no se sienta cómodo, cuando algo en el entorno se enrarezca o lo enrarezca, volverá a irse.

Entonces hablará largo y tendido. Probablemente, no sólo de lo que pasa en el campo. También de lo que lo rodea. Bielsa así lo hizo en las dependencias de la federación chilena cuando dijo que sin feeling no hay bielsismo. Que tarde o temprano vaya a ser un punto común entre dos técnicos a nadie debe extrañar, teniendo en cuenta que la dimensión de ambos tiende a extenderse más allá del césped.

El intervencionismo de Marcelo Bielsa fue tan lejos en Chile que sin él no ha sido capaz de darse continuidad a un modelo de scouting vertebrado por sus enormes conocimientos sobre fútbol base, tanto en selecciones como en clubes. Su labor sirvió para terminar de profesionalizar las categorías inferiores chilenas, por metodismo y exigencias, pero aún se encuentra pendiente de perpetuarse por la ausencia del eslabón más importante de la cadena.

Pese a la gran confianza que Bielsa deposita sobre su equipo de trabajo, su puesto se encontraba tan arriba en la pirámide jerárquica de las selecciones chilenas que su idea pasaba por dirigir al conjunto sub-20 en las competiciones de la categorías previas a los Juegos Olímpicos, donde pretendía -en caso de lograr la clasificación- estar también en el banquillo.

Decir que Pep Guardiola ha sido pionero en el actual modelo de trabajo culé sería caer en una falacia. Restarle importancia a su forma de entender la base en todo el entramado barcelonista, una estupidez. Porque, cierto es, el trabajo de cantera en Can Barça se viene haciendo desde antes incluso que él fuese jugador profesional, pero si ha adquirido tal magnitud es en parte gracias a su continua apuesta por jugadores de la base.

Siguiendo una línea propia pero continuista, Guardiola ha hecho debutar a diecinueve jóvenes valores, cifra nada desdeñable teniendo en cuenta la continua exigencia de competición de un equipo tan acostumbrado a ganar. No todos han tenido -ni tendrán- continuidad, pero sirven como culmen de una forma de entender las categorías inferiores muy similar a la que Bielsa tiene.

Cuando el argentino llegó a Bilbao, después de rechazar otros banquillos quizá más apetecibles como los de el Sevilla o Inter, manejaba ya vídeos de informes de gran parte de la cantera bilbaína. Conocedor de la idiosincrasia del Athletic, buscó adaptarse al medio antes siquiera de tener la certeza de ir a ser su técnico.

A los valores hace tiempo se adaptó. Como Pep. Salido de La Masía, conoce de primera mano la labor que el FC Barcelona desempeña en la base. Y, sin embargo, también tuvo un proceso iniciador: la obligación de hacer para el filial una plantilla de veintidós jugadores con sólo seis entrenamientos para conocer a más de sesenta piezas, las formantes del recién descendido Barça B y del Barça C, desaparecido como consecuencia de la caída del segundo equipo a la tercera división.

Debió recordar las palabras de Bielsa después de aquel asado en Rosario. «Pep, a los buenos jugadores los vemos vos, yo y la mayoría de la gente. Pasa lo mismo con los jugadores malos. El mérito está en advertir y saber que el jugador normal va a ser bueno».

Acertó hasta tal punto que su equipo consiguió sin paliativos el ascenso para el que fue contratado, se convirtió en tan solo un año en entrenador del primer equipo y dos de los jugadores con los que contó, Pedro y Busquets, son hoy campeones del mundo y titulares en un once de gala que aspira a surtirse de un modelo de cantera llevado a la máxima expresión (véase La Masía, como un laboratorio).

No con tantos hombres, pero algo similar debió hacer Bielsa. Después de descartar en base a los informes hechos y recabados a varios, debió probar a quienes venían de estar cedidos, a quienes formaban parte del primer equipo y a canteranos varios. No conforme con ello, varió la posición de algunos de los supervivientes en busca de algo que ambos valoran enormemente: la versatilidad.

Adriano, Abidal, Alves, Mascherano, Busquets o Cesc son varios de los hombres que más ha movido Guardiola de posición en lo que va de temporada. Gurpegi, De Marcos o Javi Martínez, los que más han jugado fuera de su posición natural en el Athletic. La intención de Pep y Bielsa es clara: cubrir posibles o latentes eventualidades con jugadores que cuentan con su máxima confianza y perfeccionar variantes tácticas con las que sorprender al rival con cualquier mínimo detalle.

Javier Mascherano, actual jugador del FC Barcelona, debutó en la selección argentina a las órdenes de Bielsa. En una entrevista concedida a El País en marzo de este año, hizo significar las semejanzas entre ambos. «Guardiola, por el fanatismo con el que vive el fútbol, me recuerda a Bielsa. Los dos piensan más en el arco de enfrente que en el suyo, en cómo hacer daño al atacar». Eso sí, ‘El Jefecito también ve diferencias. «Marcelo es más directo, más vertical; el Barça busca más la pausa».

El manejo del cuero, de una forma y otra, se busca a través de la intensidad. Baste recordar al Barça de los seis títulos y a la Chile del Mundial para ver que, en cuanto sus pierden el balón, buscan recuperarlo con celeridad para manosearlo los del técnico de Santpedor y buscar sestar una puñalada letal los del argentino.

En contra del pensamiento generalizado, ni unos ni otros corren tanto. Al menos no grandes distancias. Mascherano, acostumbrado a ocupar una amplia zona de terreno de juego, reconoció en aquella entrevista que ahora corre menos. La razón, la importancia que Pep da al juego posicional. Una relevancia que en el ideario de Bielsa es tal que en ocasiones realiza ejercicios de posicionamiento en situaciones de once contra once sin que exista balón de por medio.

Busca, con este tipo de prácticas, que todas sus piezas sean una. Que la buena disposición mostrada sobre el césped ahogue al rival. Que sus jugadores ahorren esfuerzos, y que sin embargo den una sensación de trabajo estajanovista. Que la defensa sea la primera línea de ataque y que el atacante sea su primer defensa.

Sobre esto, según Pep, «Bielsa siempre dice que cuando no se marcan goles no hay que mirar hacia los delanteros, sino a la línea defensiva. Cuando no se marcan goles es porque no hemos generado juego. Y si no te hacen goles, se lo tienes que agradecer a la delantera», opinión que el catalán comparte y planteamiento que pone en práctica.

En contra de lo que algunos parecen pensar, Guardiola cree que «el Athletic ya es de Bielsa, ya es reconocible». Los que no opinan así se escudan en que ‘El Loco’ busca que sus equipos hilvanen con paciencia y tiento, como si el hecho de rasear el cuero ralentizase sí o sí la transición defensa-ataque.

Con Marcelo Bielsa en el banquillo el Athletic de Bilbao expone un fútbol vertical como lo hacía Joaquín Caparrós, con una clara diferencia: mientras las pasadas temporadas el balón acostumbraba a buscar por alto a Fernando Llorente en apenas uno o dos toques, éstos han pasado a tres o cuatro más y a dirigirse a banda a ras de césped.

Defensivamente, Guardiola definió bien al equipo de Bielsa en la previa. «Son muy agresivos, no te dejan respirar, llegan siete al área, pierden la bola y defienden once. Sus partidos son todo arriba y abajo, arriba y abajo, sin parar», dijo, algo que pudo comprobar después en el que es, hasta la fecha, el mejor partido disputado en lo que va de competición liguera.

El técnico argentino, antes del encuentro, habló de la recuperación de la multifunción por parte de Pep Guardiola. Más que de recuperación, quizá debió haber hablado más bien de que el entrenador barcelonista volvió a ponerla de moda, pues el propio Bielsa jamás ha abandonado ese concepto.

Prueba de ello es Fernando Llorente, jugador que parece haber empequeñecido con la llegada del rosarino a La Catedral, y que sin embargo, lo que en realidad ha hecho, ha sido multiplicarse. Como Guardiola señalaba, no es extraño verle realizar una asfixiante presión al central de turno o recular treinta metros para recuperar el balón.

Caso similar es el de Iker Muniain, si bien el pequeño extremo, por condiciones físicas, ha logrado acoplarse más rápido que el punta a lo que Bielsa requiere de él. De ahí el crecimiento de su influencia. Su mayor desgaste lo convierte en un jugador más participativo. Sus cualidades, en resolutivo.

En medio la vorágine de preguntas sobre aquellas once horas de puro fútbol y la influencia que la charla ejerció sobre Pep Guardiola, éste reconoció a Bielsa como «distinto a todos los entrenadores del mundo». Como ha hecho más de una vez, no quiso restar mérito a técnicos con los que sí trabajó en su formación, aunque las similitudes entre ambos a la hora de trabajar son claras.

El argentino no quiso autoproclamarse maestro de nadie. Más bien todo lo contrario. «Esa condición exige que uno posea conocimientos que el destinatario no tiene», dijo, para añadir que, en su opinión, «no tengo conocimientos que Guardiola no tenga, y a partir de que el otro no ignora lo que uno sabe el fenómeno pedagógico no se puede dar».

Son muchos, sin embargo, los que aciertan a ver aquellas once «minuciosas agradables» horas como de una vital importancia para el técnico culé. Con matices tácticos, procedentes de ese trabajo con otros entrenadores al que Pep suele hacer alusión y de los conocimientos propios de un entrenador de La Masía, lo cierto es que los métodos uno y otro se parecen más de lo que quieren reconocer.

Probablemente sean esos matices los que han llevado a Pep en convertirse en alumno aventajado. Que al maestro no le hayan acompañado los resultados tanto como sus partidarios habrían querido se debe a su peculiar carácter, por el cual en varias ocasiones ha rechazado banquillos jugosos en los que quizá ganar títulos.

Probablemente, por su habitual discurso comunicativo, ellos jamás hablen de maestro y alumno. Aunque así sea, dando por sentadas las premisas de que Guardiola ha bebido de otras fuentes y de que el bielsismo puro no lo sigue nadie más el propio Bielsa -y quizá Claudio Borghi-, los conceptos futbolísticos que uno y otro exponen jamás podrán ser disociados. Porque sin duda alguna, sean o no clase magistral, once horas con ‘El Loco’ unen.

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